“El poder de la Cruz”
Algunas personas se
burlaron de Jesús cuando estaba en la cruz, diciendo: el Hijo de
Dios debería poder salvarse a sí mismo. Esos hombres y mujeres
pensaron que la muerte de Cristo era una evidencia de debilidad. Sin
embargo, fue todo lo contrario. El poder del Señor era tan grande,
que Jesús murió con todo el pecado del mundo sobre sus hombros, y
resucitó tres días después. Además, cualquiera que crea en Él no
tiene que pagar su pena de muerte, porque el inmenso poder de Dios
hace libre a los cautivos.
Es mucho de apreciar la carta de un ex adicto referente al poder de Dios
en su vida. Una noche, poco antes de que la droga lo dejara
inconsciente, oyó a través de una ventana abierta una sola frase de
un predicador radial: “No importa quién sea usted, Dios le ama y
se preocupa por usted”. Semanas después, mientras buscaba un
programa en su radio, el hombre oyó una voz familiar. Intrigado,
escuchó toda la transmisión de En Contacto. Lo que sucedió, en
breve, fue que entendió el mensaje, recibió a Cristo, limpió su
vida y se reconcilió con su familia.
El poder
de la cruz transforma las vidas. Dios utilizó una frase en medio del
ofuscamiento mental producido por la droga, para preparar el corazón
de un hombre. Luego, una vez que el Señor captó su atención, ¡sacó
a esa persona del profundo pozo de la desesperación!
Las fuerzas humanas son insuficientes para hacernos libres del
pecado. La verdad es que todos necesitamos un Salvador. Jesucristo se
humilló a sí mismo para morir en nuestro lugar, lo cual no fue una
demostración de debilidad. Por el contrario, llevó a cabo el
sacrificio más grande que podía, y lo hizo por usted y por mí
(Juan 15:13).