ELEVAD UNA ORACIÓN AL CIELO; LUEGO RESISTID FIRMEMENTE
Escuchad la voz de Dios: "Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas" Los que son regidos por el Espíritu de Dios deben mantener despiertas sus facultades receptivas, pues ha llegado el tiempo cuando se probará la lealtad de ellos hacia Dios, y de unos con otros. No cometáis la menor injusticia con el fin de ganar una ventaja para vosotros. Haced a los otros, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes, de la manera que quisierais que otros os hagan a vosotros. Dios dice: "Vosotros sois mis testigos. Habeis de actuar en mi lugar"
Si se pudiese descorrer la cortina veríais al universo celestial observando con intenso interés al que es tentado. Si no os rendís al enemigo, hay gozo en el cielo. Cuando se oye la primera insinuación al mal, elevad una oración al cielo y después resistid firmemente la tentación con lo que condena la Palabra de Dios. La primera vez que llegue la tentación, hacedle frente en forma tan decidida como para que nunca se repita .
Apartaos del que se ha atrevido a presentaros prácticas erróneas, separaos resueltamente del tentador diciendo: Debo alejarme de tu influencia, pues sé que no sigues las huellas de nuestra Salvación.
Aunque no os sintáis capaces de hablar una palabra a los que obran según principios erróneos, dejadlos. Vuestra separación y silencio pueden hacer más que las palabras. Nehemías se negó a relacionarse con los que eran desleales a los principios y no permitía que sus ayudantes se relacionaran con ellos. El amor y el temor de Dios fueron su salvaguardia. Vivió y trabajó como si hubiera visto al mundo invisible. Y David dijo: "A Jehová he puesto siempre delante de mi"
Atreveos a ver como Daniel, atreveos a estar firmes, aunque seais los únicos. En esta forma como lo hizo Moisés, soportareis la visión de Aquel que es invisible. Pero una cautela cobarde y silenciosa ante los malos compañeros, mientras escuchais sus ardines, os hace uno con ellos. ( 2 Corintios 6: 17- 18 )
Tened valor para hacer lo correcto, la promesa del Señor vale más que el oro y la plata para todos los que son hacedores de sus Palabra. Consideren todos com o un gran honor el ser rec onocidos por Dios como sus hijos.