¿Y
ENTONCES?
Al
leer la Biblia encontramos que Dios está sin duda interesado en
tener
ciudadanos
que respeten las reglas de su reino.
Cristo vino a esta tierra y mantuvo
una estrecha relación con su Padre, construyendo así un puente para todos
los creyentes. Él nos enseñó cómo unir los puntos que nos llevan
a amar a
Dios. ¿Nos acordamos de esos ejercicios que hacíamos cuando éramos pequeños
en los que teníamos que unir los puntos para descubrir un dibujo? No
podíamos ver el dibujo hasta que no conectábamos todos los puntos.
Cada
página de las Escrituras, haya sido escrita en piedra o en papel,
tiene un
propósito:
revelarnos a un Dios amoroso y maravilloso. Cada regla, tal como «No
debemos
engañar a nuestros compañeros de clase» o «Hemos de respetar a
nuestros
padres» puede convertirse en una ley vacía carente de relevancia o
puede
recordarnos cómo es la personalidad de Dios.
Tenemos un Dios justo. Tenemos
un Dios fiel. Tenemos un Dios que nos ama incondicionalmente.
Estas características
son visibles en la persona de Cristo y en la vida de cualquiera que las
practique. La decisión es nuestra.
Pero no solo es un asunto de
normas. Si queremos
ir más allá de las normas, tenemos que descubrir el corazón del
Dios que
está detrás de ellas.